miércoles, 31 de marzo de 2010

Las dimensiones de la sustentabilidad

Lic. Diana Duran

El concepto de sustentabilidad se funda en el reconocimiento de los
límites y potenciales de la naturaleza, así como la complejidad
ambiental, inspirando una nueva comprensión del mundo para enfrentar los
desafíos de la humanidad en el tercer milenio. El concepto de
sustentabilidad promueve una nueva alianza naturaleza-cultura fundando
una nueva economía, reorientando los potenciales de la ciencia y la
tecnología, y construyendo una nueva cultura política fundada en una
ética de la sustentabilidad –en valores, creencias, sentimientos y
saberes– que renuevan los sentidos existenciales, los mundos de vida y
las formas de habitar el planeta Tierra.

La sustentabilidad en clave temporal

La aparición y difusión del término desarrollo sostenible o sustentable
ha acompañado al proceso de concientización ambiental de la sociedad
global.
Inicialmente este concepto se relacionaba –aún con contradicciones-, con
el crecimiento económico, pues no se consideraba en profundidad los
objetivos de mantenimiento de las bases naturales del ambiente y los
procesos de deterioro de los recursos naturales en las distintas escalas
geográficas.

Recién hacia finales de los años sesenta y principios de los setenta que
la crisis ambiental planetaria comienza a tener consideración en los
foros mundiales tanto gubernamentales como no gubernamentales.

El debate medio ambiente – desarrollo, suscitado en esos momentos-,
reveló que los problemas ambientales se manifiestan de manera distinta
según se trate de países desarrollados o de países en desarrollo. A
grandes rasgos es posible señalar que los primeros sobreutilizan los
recursos naturales, mientras los segundos los subutilizan; si bien en la
actual era de la globalización, además, los países desarrollados
sobreutlizan los recursos del resto de los países a través de la
apertura del comercio internacional y el deterioro de los términos de
intercambio y el peso impuesto por las deudas externas. En definitiva,
los países desarrollados han sido los focos originarios de los problemas
ambientales que se “exportaron” a las áreas de concentración
urbano-industrial de los países en desarrollo.
La noción moderna de desarrollo sustentable tiene su origen en el debate
iniciado en 1972 en Estocolmo(2) y consolidado veinte años más tarde en
Rio de Janeiro.
El término desarrollo sustentable aparece con la Estrategia Mundial de
Conservación(3) de 1980, que fue el aporte más conocido al problema de
las interrelaciones entre la naturaleza y la sociedad. A pesar de la
variedad de interpretaciones existentes en el discurso político y los
debates académicos, se adoptó internacionalmente la definición sugerida
por la Comisión Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo, presidida por
la entonces Primera Ministra de Noruega, Gro Brundtland en 1987.
La definición más repetida y difundida sobre el concepto es que el
desarrollo sustentable es aquél que “es capaz de cubrir las necesidades
del presente sin comprometer las posibilidades de las futuras
generaciones para satisfacer sus propias necesidades” (CMMAD, 1992).

Esta definición de sustentabilidad incluye dos ideas clave:
- La “necesidad” de considerar a las generaciones presentes y futuras en
tal conceptualización, y
- la “limitación” impuesta al ambiente por el estado de la tecnología y
la organización social en cada contexto histórico-geográfico.

En realidad, el discurso sobre la sustentabilidad fue una respuesta a la
escuela de los límites del crecimiento, que desde los años setenta venía
postulando la inexorable presión del crecimiento económico sobre la
naturaleza.
Frente a esta visión catastrofista, el enfoque de la sustentabilidad es
más flexible, al señalar que los daños ecológicos ocurren
cotidianamente, de una manera gradual y sobre unas tasas o límites
ambientales variables.

Un resultado institucional importante de CNUMAD fue la creación de la
Comisión sobre el Desarrollo Sostenible (CDS) en diciembre de 1992 para
asegurar un seguimiento efectivo de CNUMAD y para controlar e informar
acerca de la ejecución de los acuerdos de la Cumbre para la Tierra a
escala local, nacional, regional e internacional.

La Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible realizada en
Johannesburgo en 2002 marca el cierre de este ciclo centrándose en el
multilateralismo como una estrategia clave para el cumplimiento y la
aplicación del desarrollo sustentable. Es así como estas cumbres
sirvieron de plataforma para incorporar la idea del desarrollo
sustentable en los planes de acción local, regional y global(4) .

El concepto de sustentabilidad

En este acápite adoptaremos una conceptualización de sustentabilidad
operativa para la mejor comprensión de su complejidad y en vistas de la
necesidad de superar ciertas nociones relacionadas con el crecimiento
económico basadas en el neoliberalismo.
El concepto de sustentabilidad se funda en el reconocimiento de los
límites y potenciales de la naturaleza, así como la complejidad
ambiental, inspirando una nueva comprensión del mundo para enfrentar los
desafíos de la humanidad en el tercer milenio. El concepto de
sustentabilidad promueve una nueva alianza naturaleza-cultura fundando
una nueva economía, reorientando los potenciales de la ciencia y la
tecnología, y construyendo una nueva cultura política fundada en una
ética de la sustentabilidad –en valores, creencias, sentimientos y
saberes– que renuevan los sentidos existenciales, los mundos de vida y
las formas de habitar el planeta Tierra.(5)

La sustentabilidad presenta diversas dimensiones dada su complejidad

Para definir cabalmente la sustentabilidad es necesario considerar todas
sus dimensiones de manera articulada, dado que en caso contrario, se cae
en reduccionismos inconducentes.
En tal sentido, en este módulo daremos cuenta, entre otras dimensiones, de:
• La sustentabilidad ecológica o ambiental que exige que el desarrollo
sea compatible con el mantenimiento de los procesos ecológicos, la
diversidad biológica y la base de los recursos naturales.
• La sustentabilidad social que requiere que el desarrollo aspire a
fortalecer la identidad de las comunidades y a lograr el equilibrio
demográfico y la erradicación de la pobreza.
• La sustentabilidad económica que demanda un desarrollo económicamente
eficiente y equitativo dentro y entre las generaciones presentes y futuras.
• La sustentabilidad geográfica que requiere valorar la dimensión
territorial de los distintos ambientes. Se trata de una nueva
perspectiva o dimensión ya que a pesar de que existe consenso, en los
foros internacionales, sobre la importancia y dimensiones de este
concepto; la realidad es que su aplicación en distintas escalas
geográficas, especialmente en las escalas nacional, regional y local es
todavía muy incipiente. Además, existe una subvaloración de la dimensión
territorial que puede traer consecuencias negativas en la planificación
del desarrollo sostenible.

Por lo demás, también se considera la sustentabilidad cultural, política
y la dimensión educativa para completar el carácter complejo que abarca
este concepto.

La dimensión ecológica o ambiental

La dimensión ecológica de la sustentabilidad promueve la protección de
los recursos naturales necesarios para la seguridad alimentaria y
energética y, al mismo tiempo, comprende el requerimiento de la
expansión de la producción para satisfacer a las poblaciones en
crecimiento demográfico. Se intenta así superar la dicotomía medio
ambiente-desarrollo, aspecto nada sencillo a juzgar por los impactos
ambientales de los modelos económicos neoliberales vigentes en el mundo
contemporáneo.
La dimensión ecológica de la sustentabilidad está condicionada por la
provisión de recursos naturales y de servicios ambientales de un espacio
geográfico. Es posible advertir que si bien la abundancia de recursos
naturales no garantiza el carácter endógeno del desarrollo sustentable,
como lo demuestra la circunstancia de tantos países subdesarrollados que
poseen una importante dotación de recursos hídricos, minerales o
energéticos; no hay duda que constituye el potencial básico del
desarrollo territorial.

Es fundamental incorporar la dimensión ecológica en la toma de
decisiones políticas y, asimismo, es necesario examinar las
consecuencias ambientales de la apropiación de los recursos naturales
que cada sociedad promueve en las distintas etapas históricas.

La sustentabilidad ecológica se refiere a la relación con la capacidad
de carga de los ecosistemas, es decir, a la magnitud de la naturaleza
para absorber y recomponerse de las influencias antrópicas.

La capacidad de carga es el máximo número de personas que pueden ser
soportadas por los recursos de un territorio y se define normalmente en
relación a la máxima población sustentable, al mínimo nivel de vida
imprescindible para la supervivencia. El concepto de capacidad de carga
permite evaluar los límites máximos del crecimiento de la población
según diversos niveles tecnológicos(6) .

La capacidad de carga puede tener también varios significados. Cuando se
trata de recursos renovables (reservas de aguas subterráneas, árboles y
vegetales diversos, peces y otros animales) este concepto se refiere al
rendimiento máximo que se puede obtener indefinidamente sin poner en
peligro el capital futuro de cada recurso. En el caso de la
contaminación (vertidos líquidos y gaseosos en ríos, lagos, océanos y en
la atmósfera) la capacidad de carga se refiere a las cantidades de
productos contaminantes que estos receptores pueden absorber antes de
ser irremediablemente alterados.(7)

Para el caso de los recursos naturales renovables, la tasa de
utilización debiera ser equivalente a la tasa de recomposición del
recurso. Para los recursos naturales no renovables, la tasa de
utilización debe equivaler a la tasa de sustitución del recurso en el
proceso productivo, por el período de tiempo previsto para su
agotamiento (medido por las reservas actuales y por la tasa de
utilización). Si se toma en cuenta que su propio carácter de “no
renovable” impide un uso indefinidamente sustentable, hay que limitar el
ritmo de utilización del recurso al período estimado para la aparición
de nuevos sustitutos. Esto requiere, entre otros aspectos, que las
inversiones realizadas para la explotación de recursos naturales no
renovables, a fin de resultar sustentables, deben ser proporcionales a
las inversiones asignadas para la búsqueda de sustitutos, en particular
las inversiones en ciencia y tecnología(8) .


La dimensión social

Sabido es que el origen de los problemas ambientales guarda una relación
estrecha con los estilos de desarrollo de las sociedades desarrolladas y
subdesarrolladas. Mientras en las primeras el sobreconsumo provoca
insustentabilidad, en las segundas es la pobreza la causa primaria de la
subutilización de los recursos naturales y de situaciones de ausencia de
cobertura de las necesidades básicas que dan lugar a problemas como la
deforestación, la contaminación o la erosión de los suelos.
En relación con la sustentabilidad social, debemos tener en cuenta que
ella implica promover un nuevo estilo de desarrollo que favorezca el
acceso y uso de los recursos naturales y la preservación de la
biodiversidad y que sea “socialmente sustentable en la reducción de la
pobreza y de las desigualdades sociales y promueva la justicia y la
equidad; que sea culturalmente sustentable en la conservación del
sistema de valores, prácticas y símbolos de identidad que, pese a su
evolución y reactualización permanente, determinan la integración
nacional a través de los tiempos; y que sea políticamente sustentable al
profundizar la democracia y garantizar el acceso y la participación de
todos en la toma de decisiones públicas. Este nuevo estilo de desarrollo
tiene como norte una nueva ética del desarrollo, una ética en la cual
los objetivos económicos del progreso estén subordinados a las leyes de
funcionamiento de los sistemas naturales y a los criterios de respeto a
la dignidad humana y de mejoría de la calidad de vida de las
personas”(9) . En relación con estas apreciaciones de Guimarães, la
dimensión aludida se relaciona estrechamente, además, con los aspectos
culturales y políticos de las sociedades.
Pero no sólo la sustentabilidad deberá promover cambios cualitativos en
el bienestar de las sociedades y afianzar el equilibrio ambiental
planetario, sino que deberá considerar la dimensión social en su más
profundo sentido. Esto se comprende si se expresa que es natural que un
ser humano en situación de extrema pobreza, exclusión o marginalidad no
pueda tener un compromiso estrecho con la sustentabilidad. Por ejemplo,
no se le podrá pedir a quienes no tienen leña para calefaccionar sus
hogares que no talen de manera desmedida los árboles cercanos a sus
casas o sobreconsuman las especies y sobrepastoreen los suelos con sus
ganados. En sentido contrario, en situaciones de riqueza, las
poblaciones tienden al sobreconsumo y, por lo tanto, tampoco se
comprometerán con la sustentabilidad, hecho que es notorio en las
grandes ciudades, en las que la cultura del shopping, la comida
chatarra, el gasto exagerado de energía y agua es moneda corriente.

En términos de la relación entre estos dos extremos de la sociedad, no
hay duda que la inserción privilegiada de unos –los ricos-, en el
proceso de acumulación, y por ende en el acceso y uso de los recursos y
servicios de la naturaleza, les permite transferir a los otros –los
pobres-, los costos sociales y ambientales de la insustentabilidad a los
sectores subordinados o excluidos. Ello implica, especialmente en los
países periféricos, con graves problemas de pobreza, desigualdad y
exclusión, que los fundamentos sociales de la sustentabilidad suponen
postular como criterios básicos de política pública los de la justicia
distributiva, para el caso de bienes y de servicios, y los de la
universalización de cobertura, para las políticas globales de educación,
salud, vivienda y seguridad social(10) .
Guimarães también aporta el concepto de actores sociales de la
sustentabilidad al referirse a los componentes básicos de la
sustentabilidad, como son el sustento del stock de recursos y la calidad
ambiental para la satisfacción de las necesidades básicas de las
poblaciones. Desde este punto de vista es necesario considerar a las
generaciones actuales y futuras, que son extrañas al mercado, ya que
responden a la asignación óptima de recursos en el corto plazo y no en
el largo plazo. Lo mismo se aplica, con mayor razón, al tipo específico
de escasez actual. Si la escasez de recursos naturales puede, aunque
imperfectamente, ser afrontada en el mercado, elementos como el
equilibrio climático, la capa de ozono, la biodiversidad o la capacidad
de recuperación del ecosistema trascienden a la acción del mercado.

En el siguiente gráfico, se aprecia la inclusión de los actores sociales
en el contexto de sus interacciones con los distintos componentes del
Estado.


Las condiciones que permiten alcanzar un desarrollo sustentable
requieren de acuerdos que incluya a los actores sociales, políticos y la
agenda pública del Estado. (11)

Sería muy difícil encontrar un actor social que estuviera en contra del
desarrollo sustentable. Entonces es necesario plantear: ¿cuáles son los
actores sociales promotores del desarrollo sustentable?
Hoy convivimos con dos realidades contrapuestas. Por un lado, los
actores sociales concuerdan en que el estilo actual se ha agotado y es
decididamente insustentable, no sólo desde el punto de vista económico y
ambiental, sino principalmente en lo que se refiere a la justicia
social.(12) Por el otro, no se adoptan las medidas requeridas para la
transformación de las instituciones que dieron sustento al estilo de
vida actual. El concepto de sustentabilidad supondría una restricción
ambiental al proceso económico, sin afrontar todavía los procesos
institucionales y políticos que regulan la propiedad, control, acceso y
uso de los recursos naturales y de los servicios ambientales.
La creciente importancia dada a los criterios de consumo y de producción
sustentable es un objetivo que los países alcanzarán cuando comiencen a
reconocer que la sustentabilidad demanda un enfoque estratégico a largo
plazo para transformar las causas que provocan los problemas
ambientales. En relación con el tema de los patrones de consumo es
posible señalar que ellos están determinado por una red de actores y
mecanismos que pueden sintetizarse en: el precio de los bienes y
servicios, las características de la infraestructura (vivienda, energía,
transportes), los presupuestos individuales y empresariales, el perfil
de actividad de los particulares y las empresas y las alternativas en
los modos de vida. Los diferentes niveles de influencias y vínculos de
interdependencia dentro de estas redes destacan aspectos condicionantes
que los gobiernos deben considerar para operar los cambios
sustentables(13) .

La dimensión económica

El debate economía - medio ambiente es uno de los que ha suscitado las
polémicas más arduas en términos de su relación con la sustentabilidad.
Se ha señalado con razón que aún la ciencia económica no tiene una
respuesta convincente a la crítica ecológica. La economía falla al
valorar la riqueza global de las naciones, sus recursos naturales y
especialmente los precios de las materias primas. Por ejemplo, si nos
referimos al precio de los recursos energéticos agotables, es evidente
que su valoración siempre es menor que la real en términos de su
preservación para las futuras generaciones. También es posible
cuestionarse si el precio que las industrias tienen que pagar por
insertar residuos no reciclados al ambiente tampoco sea el racional.
Entonces, cuáles serán los precios adecuados. Aquí se incorpora
usualmente la noción de externalidades como los aspectos ambientales que
no tienen valoración cuantitativa en la contabilidad o en el proceso de
producción. De allí la importancia de valorizar los recursos al menos
por su costo de reposición y construir con ellos por ejemplo, cuentas
del patrimonio natural para saber qué y cuánto tenemos, cómo lo
podríamos usar en diferentes alternativas y cuánto nos queda en cada caso.
Para desarrollar el tema de la dimensión económica de la sustentabilidad
se puede plantear la pregunta: ¿es posible la sostenibilidad ambiental
con la economía de mercado?(14) Esta cuestión requiere de un debate en
el que se requiere admitir como modelo económico sostenible desde el
punto de vista ambiental a aquél que se adecua a los ciclos
biogeoquímicos de la materia, y le permite así perpetuarse en el tiempo.
Existen una serie de acuerdos que al establecer determinadas metas
ambientales, de manera de influir en las formas, productos y
subproductos de las actividades económicas. Existen también normas que
promueven influir en la mejora ambiental de la actividad de una empresa,
pero cuya aceptación y desarrollo son plenamente voluntarias, (normas
ISO 14000). A otra escala, también existen procedimientos de evaluación
de los impactos ambientales generados por un proyecto o actividad.
Pero sin duda la pregunta trae a colación, según el mismo autor, otra
que plantea: ¿es posible hacer sostenible la relación que mantienen la
economía y el medio natural sin cambiar el modelo económico? El modelo
económico actual se basa en la búsqueda de la plusvalía. Toda actividad
está hecha a través de esta lógica, en la que además el interés privado
prevalece sobre el interés colectivo. El dueño de los recursos tiene
derecho a explotarlos de la forma que mejor convenga a sus intereses, es
decir de la forma que mayor plusvalía obtenga. Visto el panorama, las
administraciones parecen intentar hacer lo posible por que la mayor
plusvalía se obtenga realizando actividades sostenibles, ya sea mediante
ayudas a la mejora tecnológica o certificando sellos que mejoren la
imagen de la empresa. Pero el camino andado en este sentido ya que sólo
se producen mejoras parciales y el modelo económico sigue siendo
insostenible.(15)

La dimensión cultural

La evolución de la sociedad hacia estilos de producción y consumo
sustentables implica un cambio en el modelo de civilización hoy
dominante, particularmente en lo que se refiere a los patrones
culturales de relación sociedad-naturaleza. “La adecuada comprensión de
la crisis supone pues el reconocimiento de que ésta se refiere al
agotamiento de un estilo de desarrollo ecológicamente depredador,
socialmente perverso, políticamente injusto, culturalmente alienado y
éticamente repulsivo. Lo que está en juego es la superación de los
paradigmas de la modernidad que han estado definiendo la orientación del
proceso de desarrollo. En ese sentido, quizás la modernidad emergente en
el Tercer Milenio sea la `modernidad de la sustentabilidad´, en donde el
ser humano vuelva a ser parte de la naturaleza”(16).
La sustentabilidad no sólo debería promover la productividad de la base
de los recursos y la integridad de los sistemas ecológicos, sino también
los patrones culturales y la diversidad cultural de los pueblos.
Actualmente, la principal causa de la insustentabilidad posee una
dimensión cultural, según cómo sea la cosmovisión o forma de ver el
mundo. Desde ésta perspectiva, la cultura occidental contemporánea es
insustentable. Su relación con el entorno se fundamenta en la idea de la
apropiación de la naturaleza como una inagotable fuente de recursos.
La sustentabilidad cultural comprende la situación de equidad que
promueve que los miembros de una comunidad o país, tengan acceso igual a
oportunidades de educación y aprendizaje de valores congruentes con un
mundo crecientemente multicultural y multilingüe y de una noción de
respeto y solidaridad en términos de sus modos de vida y formas de
relación con la naturaleza.

La dimensión geográfica

El "Informe sobre los Recursos Mundiales - 1992", elaborado por el PNUD,
enfoca el desarrollo sustentable como un proceso que requiere un
progreso simultáneo global en las diversas dimensiones: económica,
humana, ambiental y tecnológica. Como se ve, inicialmente se soslayaba
la dimensión geográfica en su significado específicamente territorial,
pues el ambiental está naturalmente explicitado.
Si se tiene en cuenta la dimensión geográfica de la sustentabilidad se
advierte que tendrá diferentes interpretaciones para una aldea africana,
una aglomeración latinoamericana o una nación industrializada europea.
Tal vez la sustentabilidad sea más relevante para un estado industrial
por el deterioro que es ostensible, mientras la sustentabilidad no sea
aún “consciente” para una aldea africana y, demás está decirlo, ha sido
practicada por las culturas precolombinas.
Las dimensión geográfica –también denominada territorial-, de la
sustentabilidad constituye uno de los principales desafíos de las
políticas públicas contemporáneas –de ordenamiento y planificación
ambiental-, que requiere territorializar la sustentabilidad ambiental y
social del desarrollo y, a la vez, sustentabilizar el desarrollo de las
regiones, es decir, garantizar que las actividades productivas de las
distintas economías regionales promuevan la calidad de vida de la
población y protejan el patrimonio natural para resguardarlos para las
generaciones venideras(17).
La afirmación del Informe sobre recursos naturales de que no existen
ejemplos de desarrollo sustentable a nivel nacional y que ni los países
industriales, ni las economías emergentes, por ejemplo, de Asia
Suroriental, ofrecen modelos adecuados, se sustenta en que todavía ha
sido poco considerada su dimensión geográfica en términos de ordenación
territorial. Se plantea entonces ¿cuál es la viabilidad del desarrollo
sustentable en los países latinoamericanos, por ejemplo, frente a
políticas macroeconómicas de altísimos impactos ambientales y
territoriales negativos? El modo de equilibrar el actual modelo de
"subdesarrollo insustentable"(18) es mediante la inserción de la
dimensión ambiental y de la dimensión geográfica en la política,
aspectos insuficientemente relevantes en los países latinoamericanos en
los que se difunde un discurso ambiental pero no una verdadera política
ambiental.
La dimensión geográfica de la sustentabilidad implica el progreso
armónico de los distintos sistemas espaciales/ambientales, atenuando las
disparidades y disfuncionalidades del territorio, además de promover sus
potencialidades y limitar las vulnerabilidades. La dimensión territorial
en la acción y gestión de gobierno constituye una visión globalizadora
del desarrollo, un corte horizontal en la integración de los diferentes
sectores y niveles gubernamentales. "El objetivo final de la ordenación
territorial es lograr una relación armónica entre el medio ambiente y
los asentamientos humanos con el propósito de disminuir las
desigualdades regionales y lograr un desarrollo socialmente equilibrado,
respetando la naturaleza"(19). Para lograr ese objetivo es necesario
pensar que la relación hombre-ambiente no se define a través de
generalizaciones macro sino en una escala de relevancia inmediata, de
vida. Es la escala local y su integración en la escala regional, un
principio de organización fundamental que requiere autonomía de decisiones.
La defensa de los grupos indígenas y rurales contra las industrias
extractivas, las grandes represas, la deforestación comercial o las
plantaciones uniformes de árboles, la resistencia de los organismos no
gubernamentales genuinos, es parte de la defensa de la identidad de los
pueblos. Ahora bien, la semejanza estructural de muchos conflictos
ecológicos alrededor del mundo en culturas muy diferentes, también el
hecho que el concepto de justicia ambiental sea usado no sólo en Estados
Unidos sino en Brasil y en Sudáfrica, teniendo en cuenta la dimensión
geográfica de la sustentabilidad permite afirmar que los conflictos
ecológico-distributivos no deben ser vistos como expresiones de la
política de la identidad. Por el contrario, la identidad étnica o social
es uno de los lenguajes con que se representan los conflictos
ecológico-distributivos, que nacen del uso cada vez mayor que la
economía hace del ambiente natural del cual todos dependemos para vivir,
en detrimento de la dimensión geográfica de la sustentabilidad (20).

La dimensión política

El fundamento político de la sustentabilidad se encuentra estrechamente
vinculado a los procesos de democratización y de construcción de la
ciudadanía, y busca garantizar la incorporación plena de las personas a
los beneficios de la sustentabilidad.
Esta se resume, a nivel micro, en la democratización de la sociedad, y a
nivel macro, en la democratización del Estado. El primer objetivo supone
el fortalecimiento de la capacidad de las organizaciones sociales y
comunitarias, el acceso a la información de todos los ciudadanos en
términos ambientales, y la capacitación para la toma de decisiones. El
segundo se logra a través del control ciudadano del Estado y la
incorporación del concepto de responsabilidad política en la actividad
pública. Ambos procesos constituyen desafíos netamente políticos, los
cuales sólo podrán ser enfrentados a través de la construcción de
alianzas entre diferentes grupos sociales, de modo de proveer la base de
sustentación y de consenso para el cambio de estilo de vida hacia la
sustentabilidad.
También requiere del sinceramiento de los organismos internacionales que
tienen injerencia en la sustentabilidad a través de sus fondos para el
desarrollo, cuestión de alta complejidad.
Corolario: La dimensión educativa de la sustentabilidad
El concepto de educación ambiental es dinámico, es decir, se modifica a
la par del medio ambiente y también según la percepción de los distintos
sujetos sociales y contextos. Tradicionalmente se trabajaban los
aspectos naturales del medio desde planteamientos próximos a las
ciencias naturales. Posteriormente, se planteó la necesidad de incluir
de forma explícita al medio ambiente en los procesos educativos, pero la
atención se centró en cuestiones como la conservación de los recursos
naturales, la protección de la fauna y flora, etc.
Actualmente se reconoce que aunque los elementos físico naturales
constituyen el sustento del medio ambiente; también las dimensiones
socioculturales, políticas y económicas son fundamentales para entender
las relaciones que la humanidad establece con su medio y para gestionar
mejor los recursos naturales. También se ha tomado conciencia de la
interdependencia existente entre el medio ambiente, el desarrollo y la
educación. Es esa conciencia la que conduce a demandar la reorientación
de la educación ambiental de modo que, además de la preocupación por el
uso racional de los recursos, florezca el interés por el reparto de esos
recursos y se modifiquen los modelos de desarrollo que orientan su
utilización.
La dimensión educativa de la sustentabilidad es una respuesta duradera
que se considera transversal a toda la educación y que aporta un nuevo
paradigma que brinda un profundo giro de innovación cultural.
La educación ambiental es un proceso de toma de conciencia y acción
sociales sobre los problemas ambientales y sus alternativas de solución.
Esta definición, socialmente reconocida por la población en general, por
quienes participan activamente en pro del ambiente, por los
profesionales, científicos expertos y por los educadores, revela una
distancia notable entre el discurso, es decir, lo que se manifiesta
verbalmente y la acción, lo que se hace. La praxis –en términos de la
dimensión educativa de la sustentabilidad-, parece no coincidir con las
consignas consabidas porque de ser así no sería tan evidente el
contraste entre los resultados económicos promisorios y los indicadores
de la Tierra amenazada consecuentes con el sobre-consumo y la pobreza,
raíz de los problemas ambientales.

El saber ambiental (21) es interdisciplinario y ha reunido un marco
teórico de gran solidez. Este saber no es un ámbito nuevo del
conocimiento o una nueva disciplina, sino un campo de conocimiento en el
que convergen los aportes de conceptos y metodologías de diversas
ciencias que tratan los sistemas ambientales complejos que funcionan
como conjuntos de interacciones entre las distintas esferas de la Tierra
y el hombre.
En síntesis, la dimensión educativa de la sustentabilidad resulta clave
para comprender las relaciones existentes entre los sistemas naturales y
sociales, así como para conseguir una percepción más clara de la
importancia de los factores socioculturales en la génesis de los
problemas ambientales. En esta línea, debe impulsar la adquisición de la
conciencia, los valores y los comportamientos que favorezcan la
participación efectiva de la población en el proceso de toma de decisiones.
La educación ambiental así entendida puede y debe ser una clave
estratégica que incida en el modelo de desarrollo establecido para
reorientarlo hacia la sustentabilidad y la equidad. www.ecoportal.net

Notas

1 Licenciada y Doctoranda en Geografía de la Universidad del Salvador.
http://geoperspectivas.blogspot.com
2 Declaración de Estocolmo sobre el medio ambiente humano (1972)
http://www.cedhj.org.mx/cedhj/legal/declaraciones/decla11.pdf
3 UNIÓN INTERNACIONAL PARA LA CONSERVACIÓN. (1980) Estrategia Mundial
para la Conservación: La Conservación de los recursos vivos para el
logro de un desarrollo sostenido. Gland. UICN. Programa de las Naciones
Unidas para el Medio Ambiente y el Fondo Mundial para la Naturaleza.
4 CANO, Marcel. CRUZ, Ivonne. La Sostenibilidad, un recorrido histórico.
http://portalsostenibilidad.upc.edu/so.php?menutop=2
5 Este concepto de sustentabilidad se plasmó en el Manifiesto para la
Sustentabilidad que surgió del Simposio sobre Ética y Desarrollo
Sustentable, celebrado en Bogotá, Colombia, los días 2-4 de Mayo de 2002.
6 DURAN, D. LARA, A. (2002) Convivir en la Tierra. Fundación
Educambiente. Buenos Aires. Lugar Editorial.
7 http://www.eurosur.org/futuro/fut53.htm
8 Adaptado de GUIMARÃES, Roberto P. (1998) La ética de la
sustentabilidad y la formulación de políticas de desarrollo. Ambiente &
Sociedade, N° 2, 1998 primer semestre, 5-24. Campinas, Brasil.
9 GUIMARÃES, Roberto P. (1998) Óp. Cit.
10 Adaptado de GUIMARÃES, Roberto P. (1998) Óp. Cit.
11 RODRIGUEZ, Isabel y GOVEA, Héctor. (2006) El discurso del desarrollo
sustentable en América Latina. Revista Venezolana de Economía y Ciencias
Sociales., vol.12, no.2.
12 Adaptado de GUIMARÃES, Roberto P. (1998) Óp. Cit.
13 DURÁN, Diana, et. al. (2001). Geografía Mundial. Buenos Aires. Troquel.
14 VALDÉS, Javier. (2004) ¿Es posible la sostenibilidad ambiental con la
economía de mercado? www.rebelion.org/noticias/2004/10/6111.pdf
15 VALDÉS, Javier. (2006) Óp. Cit.
16 GUIMARÃES, Roberto P. (1998) La ética de la sustentabilidad y la
formulación de políticas de desarrollo. Campinas, Brasil. Ambiente &
Sociedade, N° 2, 1998 primer semestre, 5-24.
17 Adaptado de GUIMARÃES, Roberto P. (2006) Óp. Cit.
18 DI PACE, et al, (1992) Las utopías del medio ambiente. Buenos Aires.
Centro Editor de América Latina.
19 DURÁN, D. LUKEZ, B. (2008). Geografía de la Argentina. Buenos Aires.
Troquel.
20 Adaptado de MARTÍNEZ-ALIER, Joan. (2006) Los conflictos
ecológico-distributivos y los indicadores de sustentabilidad. Polis.
Revista Universidad Bolivariana. Año Vol.5. Nº 3. Santiago de Chile.
21 LEFF, Enrique (1994) Ciencias sociales y formación ambiental.
Barcelona. Gedisa

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