jueves, 26 de mayo de 2011

De la protesta y la civilización

Es común que entre los universitarios, profesionales y principalmente en los medios de comunicación se digan frases como: 
"Esa gente que anda protestando es porque no haya que hacer"
"Esos son unos revoltosos que dañan la propiedad privada"
"Se rebajan al nivel de los policías, finalmente ellos tienen la culpa de que los garroteen"
"Esos manifestantes son unos gritones, mal educados. Hasta son capaces de insultar a nuestras autoridades"
"Esos <> me hicieron llegar tarde por tomarse la calle"
...y demás peyorativos.

Es notable que estos comentarios se den mucho más en las zonas urbanas que en las rurales.
Uno de los argumentos que más se manejan para no protestar o para degradar la protesta es que estamos en el siglo XXI y ya no estamos para relajos y que cuando uno estudia aprende a dialogar.
Creo que este argumento es bastante cómodo y la persona que lo dice se excluye del problema social detonante y ante su irresponsabilidad socio-política, o el aguijón de su conciencia, pone de escudo su educación para proceder tranquilo a la acostumbrada inacción y tele expectación (no involucramiento). Es como simplemente reacomodarse en el sofá y cambiar de canal...en lugar de reflexionar y darse cuenta que la protesta social no es más que un termómetro que es capaz de indicarnos la inconformidad de un pueblo y sus necesidades.

Es que no es suficiente con que uno sea educado y civilizado, hace falta una sociedad civilizada y no habrá una sociedad civilizada hasta que se resuelvan las necesidades más elementales de la gente como salud, educación y trabajo...; principalmente educación.

Si uno decide que por ser educado y civilizado no debe sumarse a la protesta justa y legítima, uno se está manifestando siempre, pero, "en acuerdo al actual sistema de exclusión social" que a unos pocos nos permite la (pasar de pobres a ricos) movilidad social, mientras a las grandes mayorías las excluye a la cruel, degradante y poco esperanzadora miseria.

En una sociedad civilizada también habría protestas, porque civilización no significa perfección absoluta. Siempre habría diferencias de opinión y de intereses y por tanto siempre habría protestas; La gente protestaría civilizadamente y la seguridad pública respondería civilizadamente.
 Pero ya que Honduras (y Latinoamérica) no es exactamente la panacea de la civilización, debemos aceptar con "resignación cristiana" que siempre habrá protestas no muy civilizadas, ni muy violentas y reacciones policiacas no muy civilizadas y muy violentas...

Lamentablemente para los que nos ha tocado vivir en este tiempo, debido a la inoperancia del gobierno burges y a la indiferencia de la sociedad a lo que no le afecta directamente: "Un coctél molotov llama más la atención que una buena causa"; y en nuestro medio "Una clase política que no se vé acorralada, es una clase política que hace lo que le da la gana".
 Así que, si queremos reacciones menos violentas de la policía y marchas menos violentas de parte de los pueblos, sencillamente, tenemos que civilizar a la sociedad; y cuando los gobiernos no son tan perfectos como en nuestros sueños utópicos y la institucionalidad democrática no es más que una burocracia ausente y paquidérmica, el único camino hacia la tan esperada civilización, es la protesta social y consciente; por tanto:
"¡Hagamos Civilización! ¡Protestemos todos!"

 "Que el civilizado insulte y degrade la protesta social es una paradoja histórica ya que la protesta social ha sido siempre el impulso decisivo hacia la civilización de los pueblos" JJCS
En mi pueblo lo decían más simple: "Cría cuervos y te sacarán los ojos"

En el sentido de la conclusión anterior para un análisis menos utópico que lo usual y tratando de ser pragmáticos quizá debamos olvidar por un momento la intensidad emocional causada en nuestro interior al ver las encarnizadas luchas callejeras y comenzar, por el principio, a analizar la legitimidad de las protestas, las causas que defienden y tal vez atisbar las mejores políticas públicas a ejecutar para resolver los problemas de fondo que mantienen a la sociedad convulsionada.

Es tan simple como ir a las causas de la inconformidad social y desde ahí, desde la raíz; cortar los problemas que nos atañen.
El gobierno, en lugar de criminalizar y judicializar a los manifestantes debería defender la autodeterminación de las comunidades y su propia visión del desarrollo, y buscar el camino para ejecutar esas "mejores políticas públicas".
Finalmente, es posible que en determinado punto de nuestro camino, la protesta sea ineludible.
Lo que sea que hagamos, hagámoslo con conciencia, determinación y valor porque el éxito solo favorece a los que portan estas virtudes.

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